Los templos permanecen cerrados y las parroquias se van adecuando a las disposiciones de las autoridades nacionales, provinciales y municiales. Las plataformas digitales es la herramienta utilizada por los sacerdotes para seguir en contacto con sus fieles y la comunidad. Redes sociales y whatssap, se convierten en el método masivo para seguir en la comunicación cotidiana.
En este marco de emergencia sanitaria también las actividades y celebraciones litúrgicas sufrieron modificaciones, justamente en el momento que la Iglesia Católica venÃa conmemorando el perÃodo de cuaresma previo al Domingo de Ramos y Semana Santa.
La difusión de la Santa Misa a través de las plataformas digitales, especialmente las redes sociales, es una de las herramientas más utilizadas en estos dÃas para que los fieles pueden seguir la celebración litúrgica. "Una parroquia virtual" fue el término que el padre raúl Moretto, párroco de la Parrqouia y Santuario Nuestra Señora de Fátima utilizó para definir la manera en que los sacerdotes vienen manteniendo contacto con la comunidad.
En el caso de Fátima, también el párroco se ha puesto a disposición de la comunidad para hacer mandados a las personas mayores.
Asimismo vÃa whatssapp -en el caso de Fátima se ha conformado un grupo- se van enviando las informaciones y todo lo vinculado a la actividad parroquial.
"Los templos se cerraron pero la Iglesia está más viva que nunca. Somos nosotros los que le damos vida a la Iglesia. Las intenciones me hacen llegar por télefono o por chat, por ejemplo. Es otra forma y nos vamos acostumbrando", manifestó el Padre Moretto en diálogo con JUNINDIGITAL.
En cuanto a celebraciones especiales como el Bautismo, por ejemplo, se han suspendido hasta el 31 de marzo y los que estaban pautados se han reprogramado. "No tenÃamos fechas de casamiento para este tiempo pero si hay un caso de Bautismo, lo hacemos pero en celebración privada, sin público. La gente va entendiendo. Todo el mundo va tomando conciencia y la misma gente procura no salir de sus viviendas. Nos tenemos que cuidar entre nosotros. Por allà no estambos acostumbrados, nos sentimos raros, pero debemos quedarnos en casa", indicó el sacerdote en diálogo con este portal digital informativo.
Si hay casos especiales el Padre Moretto se acerca a la vivienda de alguna persona que necesita recibir la Comunión. "Podemos atender confesiones. Estamos en la parroquia todo el dÃa y podemos atenderlas, con los recaudos necesarios, es decir, dos personas a una distancia prudencial, se puede hacer", detalló.
Disposiciones en la Arquidiócesis de Mercedes Luján ante la emergencia sanitaria by Roberto Torres on Scribd
LECTURAS LITURGIA CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
Lectura Os 6, 1-6
Lectura de la profecÃa de Oseas.
“Vengan, volvamos al Señor: Él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos dÃas nos hará revivir, al tercer dÃa nos levantará, y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra”. ¿Qué haré contigo, EfraÃm? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocÃo que pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.
Palabra de Dios.
Comentario
El profeta lanza una llamada urgente: “¡Volvamos al Señor!”. El pecado nos ha alejado, y no serán los ritos ni las ceremonias lo que nos hará recuperar la alianza, sino la sinceridad del corazón. Conocer a Dios, experimentar su infinito amor y gustar su misericordia, todo eso no se logra con formulismos, sino poniendo nuestra vida delante de él para que esta sane y recuperemos todo lo bueno.
Salmo Sal 50, 3-4. 18-21ab
R. El Señor quiere amor y no sacrificios.
¡Ten piedad de mÃ, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifÃcame de mi pecado! R.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espÃritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás los sacrificios rituales: las oblaciones y los holocaustos. R.
VersÃculo Cf. Sal 94, 8. 7
No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor.
Evangelio Lc 18, 9-14
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Refiriéndose a algunos que se tenÃan por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba asÃ: “Dios mÃo, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mÃo, ten piedad de mÃ, que soy un pecador! Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra del Señor.
Comentario
¡Cuánta autosuficiencia en la proclama del fariseo cumplidor! Seguramente era cierto su autoelogio. Pero no dejaba lugar para la relación personal y amorosa con Dios, como si, en lugar de una alianza, su vÃnculo con Dios fuera una lista para completar. El publicano, recaudador de impuestos, considerado impuro y pecador por la élite religiosa, se ubicó delante de Dios con sinceridad y abrió su corazón. SabÃa que Dios es misericordioso, y a esa misericordia se confió. Su humildad y su sinceridad mantienen vivo el vÃnculo entre él y Dios.
Redescubriendo la EucaristÃa gracias al Coronavirus
En estos tiempos, por lo menos en Italia – pero la medida se está extendiendo a otras naciones – no se puede celebrar la EucaristÃa. Estamos sin Misa. Los obispos, siguiendo las directrices del gobierno que impiden las aglomeraciones, prohibieron las celebraciones.
Tal vez puede ser uno de los aspectos positivos que nos regala el aguerrido virus: recuperar el verdadero sentido de la EucaristÃa.
Todas las realidades humanas con el tiempo van perdiendo la inspiración original y el sentido: la EucaristÃa no escapa de esta verdad.
En muchos casos hemos transformado la celebración eucarÃstica en puro y estéril rito. Hay que seguir las rubricas y las reglas; todo esta prefabricado y empaquetado. A menudo se repiten gestos mecánicamente. Los gestos y sÃmbolos en muchos casos ya no dicen nada. No hay encuentro humano y la fraternidad es relativa.
Falta vida, falta inspiración, falta espontaneidad.
Ahora que no podemos celebrar podemos redescubrir el sentido central de la celebración de la eucaristÃa.
¿Qué sentido tiene celebrar?
¿Qué se celebra?
En sentido estricto solo podemos celebrar una realidad: la vida. Solo tiene sentido la celebración de la vida. ¿Hay otra cosa?
¿No es el vivir el regalo más grande y maravilloso de la Vida misma que llamamos “Dios”?
Toda celebración humana – por ser simplemente humana y más allá del cristianismo – es pura celebración de la vida.
Cumpleaños, aniversarios, logros alcanzados, amor realizado: todo es vida celebrada.
La EucaristÃa no es otra cosa. Gracias a Dios. No tenemos que buscar algo extraordinario en ella ya que lo único extraordinario y milagroso es la vida misma, el hecho de existir. Somos. Existimos. Vivimos.
Para los cristianos la EucaristÃa es la manera cristiana de celebrar lo único esencial: la Vida. Esencialmente la EucaristÃa es celebración de la Pascua: la Vida que vence a la muerte. La Vida más acá y más allá de la muerte. Vida plena: siempre y por doquier.
Este es el primer fundamento.
El segundo le sigue: celebramos la Vida al estilo de Jesús y como Jesús.
Celebrar la EucaristÃa es entrar en la Vida misma del Maestro para aprender a vivir como él vivió, pero la Vida precede a la EucaristÃa y celebrar la EucaristÃa solo tiene sentido en el contexto más amplio de la Vida: y la Vida real es siempre concreta y se manifiesta en el aquà y ahora.
Por eso que la EucaristÃa va mucho más allá del rito: solo tiene sentido si entramos en la Vida del maestro para vivir como él. La Vida viene antes que la EucaristÃa.
La vida de Jesús la podemos resumir en tres grandes dimensiones: gratuidad, compasión, entrega.
Jesús vivió a partir de la gratuidad: se descubrió don y por eso vivió su existencia como un don.
Jesús descubrió que toda forma de vida era un regalo y por eso fue compasivo y solidario. Se sintió y se vivió en profunda unidad con todos y todo.
Jesús vio que la única manera de vivir el don de la vida era entregándola. Por eso la entregó dÃa tras dÃa, hasta la entrega final en la cruz.
La primera y fundamental “celebración de la EucaristÃa” entonces es vivir como Jesús, vivir desde Jesús. Ser Jesús. Y esto hoy es posible a través del EspÃritu que sigue soplando vida. La Vida es el primer y fundamental sacramento.
La fidelidad esencial entonces no es al rito en sà mismo. El rito expresa (puede expresar o no) la centralidad, la hondura y la belleza de la vida.
Por eso que, si se puede celebrar el rito bien y si no se puede, bien igual.
Lo esencial es la fidelidad a la vida que nos está llamando aquà y ahora. El Misterio pasa por la vida y solo por la vida.
Celebrar verdaderamente la EucaristÃa es entonces vivir al estilo de Jesús en el momento presente. Es esto lo que construye la comunidad y la iglesia, más allá del rito.
Para que el gesto del pan partido y compartido tenga sentido y valor tiene que existir una fidelidad previa a la vida. Desde ahà todo arranca.
Por eso que tal vez serÃa bueno dejar de celebrar el rito todos los dÃas. En algunos sectores de la iglesia existe cierta obsesión por celebrar todos los dÃas… y nos olvidamos de la vida y convertimos la EucaristÃa en rito externo y mudo.
Jesús celebró una vez sola, al final de su vida. Celebró la entrega definitiva y total.
La entrega de la vida es cosa seria y honda. Repetir todos los dÃas el gesto de la entrega del maestro puede banalizar la celebración eucarÃstica. Casi siempre la cantidad va a mermar la calidad.
Es mucho más sano y humilde celebrar menos pero con más consciencia, sin correr, con todo el tiempo necesario. Celebrar la EucaristÃa es estar dispuestos a entregarse totalmente y esto se banaliza si lo hacemos “por obligación” (“tenemos que celebrar”) todos los dÃas.
Necesitamos purificar la EucaristÃa de tantos aspectos superficiales que nos alejan de su verdadero sentido. Necesitamos eucaristÃas con menos palabras y mucho más silencio. EucaristÃas menos formales y más arraigadas a la vida concreta. EucaristÃas más fraternas, libres, dinámicas, alegres. EucaristÃas donde verdaderamente se celebra el regalo gratuito y espontaneo de la vida y del Amor que nos ama y nos hace ser.
Gracias al coronavirus podemos redescubrir la EucaristÃa. Aprovechemos.
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